-La vistieron de blanco, y le adornaron el pelo con flores amarillas.
Alejandro en persona había ordenado que la bañasen y perfumasen. La presentó ante el pueblo como La Señora de la Guerra, la princesa más hermosa de Grecia, y una digna reina.
De los muertos.
Después la cubrió con una capa de seda azul.
De los muertos.
Después la cubrió con una capa de seda azul.
Ghaldok había envenedado la punta de la flecha para que su muerte fuese inmediata, e indolora. Y así fue. Un disparo limpio, directo al corazón.
Dicen que no cerró los ojos. Que solo se oyó el silbido de la flecha mortal cortando el aire, y el golpe seco al caer en el mármol blanco. Sola.'
Cuando la multitud se hubo dispersado un hombre joven y apuesto, de cabellos dorados, se acercó a ella comiendo una manzana de color rubí.
-Tu madre no se llamaba Elena. Y tú padre no fué Ghaldok Lestarat. -le susurró al oido.
Tenía sus mismos ojos claros.
-No -susurró ella también- Pero sí soy una Lestarat.
Él sonrió.
-Hermana. -dijo, y se alejó, dejando caer tras él la manzana.
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