Tuesday, August 28, 2012


 No había rejas, ni candados, ni puertas cerradas con llave,
tan sólo la gran entrada de cristal sellada
y los tres hombres descomunales que la guardaban.
Jamás habría imaginado así una prisión,
sin embargo,
todos mis conceptos de 'jamás' se estaban derribando en aquél lugar.

Nuestra celda estaba en la zona de aislamiento,
un salón con vistas al jardin, del que divergían seis habitaciones,
las habitaciones de los Gladiadores.
Sólo tres de ellas estaban ocupadas.
Dos gemelos musculosos nos observaron con curiosidad desde su puerta entreabierta,
un crio que apenas podia abultar más que yo misma 
levantó la vista un instante desde el sofá al vernos llegar, para volver a clavarla de nuevo en el enorme televisor,
y una mujer que no vimos, pero oimos sollozar tras el cristal opaco.

-¿ahora qué?
Le pregunté mientras cerraba la puerta.
-Ahora estamos vivos.

Pasamos un par de días, quizá tres, sin noticia alguna,
estar vivos no era suficiente.

Una noche, aproveché que se oían ruidos en el salón para dejarle dormido 
y tener mis respuestas.
De verdad eran Gladiadores, me contaron los gemelos,
eran los más fuertes, los más rápidos, los más ágiles, los mejor entrenados.
sólo si los recien llegados les vencían podrían pasar, 
y su tarea era impedir que lo hicieran.
Y nosotros lo habiamos hecho.
Nosotros habiamos vencido a su mejor luchador, 
y por eso la mujer que aún no habíamos visto sollozaba en la habitación contigua a la nuestra,
habiamos matado a su amante.

-No suelen traer a nadie nuevo aqui - me dijo uno de ellos - No sé quienes sois, pero ellos si deben de saberlo.

Buenas noticias.

-¿Y ahora qué?
-Ahora esperais a ser llamados.




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