Friday, December 10, 2010

IV.

-Alejandro.
-El muchacho ha estado aquí, Neoptolomeo.
Aquello le pilló desprevenido.
-¿Qué? 
-Lestarat.
-Sé... sé que os referís a Lestarat. ¿Dónde está ahora?
-Reuniendo a su ejército, imagino.
-¿Qué habeis hecho...? -murmuró.
-Demasiados años. Demasiados años he liderado a los Guardianes, Neoptolomeo. Nuestra rebelión falló. Nuestros hombres se descontrolaron, sedientos de venganza, pero se arrepintieron, rogaron por redención. Pensé que habíamos alcanzado la paz, una tregua estable. Y entonces...
-Entonces llegó ELLA.
Polis enteras habían sido arrasadas bajo las órdenes de aquella mujer,
la furia de la Señora de la Guerra dejaba un temible rastro de cenizas a su paso.
Cualquier ciudad sospechosa de dar cobijo a un sólo Guardián quedaba condenada,
sin importar el número de inocentes que albergase.
Ellos mismos habían sentenciado a los rebeldes que inicaron las revueltas,
muy a su pesar se los habían entregado a ella para su castigo,
aún sabiendo el terrible modo en que serían torturados y humillados.
-Sólo tienen una condición, Neoptolomeo. 
Pero la Princesa Lestarat no se había mostrado convencida.
-¿Cuál?
Nada era suficiente para Cassandra.
-La ciudad les pertenece de todas formas. No sólo por derecho, la mayoría de los ciudadanos les apoyan... apenas tenemos apoyo popular aquí.
-¿Cuál es la condición, Alejandro?
Los ojos agotados del líder guardián le miraron sin pestañear.
-Ya sabes cual es.

Friday, November 12, 2010

-Vete.

Obviamente no se va, a pesar de mi súplica ahogada.

Tampoco dice nada, me desnuda con delicadeza y me obliga a meterme en la bañera. Apenas opongo resistencia, sólo me acurruco en la espuma apretando las piernas contra mi pecho mientras se sienta en el bordillo y me empapa el pelo. 

Quiero echarle, pero necesito una conciencia.

Necesito alguien que me diga que esto no está bien. O qué no pasa nada, que sólo es un pequeño desliz. No sé lo que necesito, sólo sé que tengo arrugados los dedos, que me avergüenzo de mi misma, por parecer una cria asustada y agazapada que trata de desvanecerse en la bañera, 'cómo si fuese posible, de cualquier modo', me digo, y que me duele la garganta. Me duele mucho la garganta.

-¿Qué piensas? 

-¿Cómo están las cosas, barbie?

-Creo que nunca voy a dejar de estar enferma, Jack.

Sunday, October 10, 2010


La noche es de los poetas, las putas, y de los que mueren de amor.

Wednesday, September 1, 2010

I. Mircea (Guardián)


Hace mucho tiempo, le había contado una vez una mujer, los Guardianes solían ser los elegidos para convertirse en Filósofos y aconsejar a los Príncipes, transmitiendo su sabiduría. 
Mientras duraba el proceso de aprendizaje y conversión, los Guardianes mas jóvenes tenían la tarea de defender la ciudad.
Se les llamaba así porque guardaban la paz. 
Pero la paz es efímera

Mircea conocía bien el resto de la historia. O una parte al menos. Las guerras entre Príncipes y Guardianes se sucedieron una tras otra, cada una heredera de la anterior. ¿Cómo se había quebrantado por primera vez la paz? No estaba seguro. 
Sabía por propia experiencia que los Guardianes habían sido guerreros que servían a la Polis con sus vidas. Ya no estudiaban para convertirse en filósofos. Ya no se abandonaban a los libros y el celibato a los treinta años, como antaño. Tenían prohibido tener familia, sin embargo. Los hijos varones que engendrasen, eran dispuestos para el Consejo y entrenados como futuros Guardianes. Las hijas mujeres, entregadas a los templos y criadas para ser Sacerdotisas.
Sabía que los Príncipes, al contrario, lo tenían todo.. Podían tener hijos sin que fueran arrebatados de los brazos de sus madres. Podían elegir una esposa con la que compartir el lecho al caer la noche. Los Príncipes eran la autoridad política de la Polis, y, en última estancia, los jefes del ejército. Pero aún así, los Guardianes eran los verdaderos protectores de la Polis.

Así se sentía Mircea, tercer capitán de Atenas, protector de su Polis.

Los Guardianes iniciaron una rebelión en busca de una respuesta de los Filósofos, le había dicho aquella mujer, los Filósofos les perdonaron por obrar en ignorancia del bien, pero quedaban muy pocos filósofos tras la rebelión. No les enseñaron el bien, y desaparecieron poco después.

Mircea no había conocido a ningún Filósofo, y dudaba que aquella mujer lo hubiese hecho tampoco.

-Mircea.
-Alejandro -se inclinó ante el recién llegado-Mi señor.
Era un hombre corpulento. Y apuesto. La ridícula perilla que llevaba habría dado aspecto cómico a cualquier otro hombre, pero a él le hacía atractivo incluso. El cansancio y la preocupación se habían agolpado recientemente en sus ojeras, haciéndole parecer más viejo.
-Los hermanos Lestarat han sido rescatados.
Mircea tragó saliva, avergonzado de repente, al recordar a la pequeña Lestarat.
-Eso significa que hemos perdido Troya.
-En efecto. Los han llevado a Chrysó, el Príncipe era amigo de su padre y se ha ofrecido a protegerlos.


Wednesday, May 12, 2010

Lo peor es un enemigo tonto. Un enemigo inteligente, si también lo somos, no deja de apreciarnos por ello y combatirá siempre con nobleza contra nosotros.


Oscar Wilde

Monday, May 10, 2010

El aire era más denso en mis pulmones aquella mañana,
un nudo se enrededaba en mi estómago 
y trepaba cual enredadera hacia mi garganta.
Nunca había imaginado realmente que 
volvería.

Atravesabamos El Océano a nivel de pequeña nave, 
para no interferir en sus rutas de vuelo, de modo que pude contemplar las vistas,
y descubrir el misterio de su escondite.
No sólo sus edificios estaban mimetizados con las ruinas y la naturaleza,
si no que, casi todas las islas de la antiga Oceanía,
y más allá, después de perderse la vista,
hacia donde sur y norte se confundían,
ebullían, rugían,
resquebrajadas por volcanes artificiales.
La tierra sufría,
padecía aún los efectos secundarios 
de ataques nucleares.

-Quizás sea esta realmente la Estación Nuclear.

Habían pasado dos años ya 
desde que el océano nos arrojase a sus playas,
pero parecía que hubiese envejecido una década los últimos meses.

-Yo la llamaría la Estación de la Destrucción, más bien. -
pensé en voz alta.

-Tienes miedo de que intercepten alguna nave.

-No somos suficientes
Las naves que avanzan desde el sur podrían tener la mala suerte 
de encontrarse con alguna patrulla de los continentes esclavos...
y no hay escapatoria de eso.

-Confío en mis hombres.
Y tú deberías, son los tuyos también.

Tenía razón.
Asentí.

-Volaremos sobre el Este del Antiguo Continente para evitar el Mar Ártico,
pero tendremos que desviarnos de nuevo para poder aterrizar en 
Islandia sin entrar en sus radares,
¿cuándo podrás establecer comunicación con la resistencia?

-Tan pronto como sobrevolemos las ruinas soviéticas,
realizan los controles en las fronteras de los océanos, 
porque sospechan que sobrevivíssobrevivimosen alguno de ellos.
Pero no controlan las emisiones en el interior,
y menos en las tierras abandonadas.
Nos comunicamos... 
-hacía años que había partido, ¿seguía siendo parte de ellos? ¿me daban por muerta?-
 La resistencia, se comunica
mediante las viejas frecuencias de FM.
El Gobierno no usa ni controla la tecnología análogica,
y al parecer, tampoco imagina 
que nadie pueda utilizarla aún.

-Bien.

Dos días después nuestra nave aterrizaba en un antiguo glaciar.
Cerré los ojos un segundo cuando las puertas se abrieron,
era real,
sin esperar, avancé firmemente y salí al exterior.
Había vuelto.






8

Sunday, March 28, 2010

III.

Se había acercado a la playa huyendo de la tensión que se acumulaba en la ciudadela, esperando encontrar un poco de soledad.
Pero fué a Cronos lo que encontró.
-Ghaldok.
Sacudió la cabeza a modo de saludo y se sentó junto a él. 
Un sudor frío cubría la frente del guerrero, los puños cerrados, y sangre seca en los nudillos. Pero sólo le preocupó su mirada, los ojos celestes perdidos, fijos más allá del horizonte.
-Sólo queda una batalla... -le dijo- para bien o para mal.
-¿Por qué luchamos, Ghaldok? -preguntó de repente.
-Yo lucho por recuperar lo que me arrebataron.
Pero él no se refería a eso.
-¿Por qué la seguimos?


Al principio creía que la cuidaba,
pero cuando quiso darse cuenta, era demasiado tarde.
En su mente guardaba aún la imagen aquella pequeña niña jugando en el jardín, pero poco quedaba de ella ya. Poco a poco se había ido extinguido,
desde el mismo momento que los arrojaron juntos al suelo de piedra de las propias prisiones de su palacio, y gradualmente, 
a lo largo de su estancia en aquella ciudad de acogida, hasta desaparecer.
Pero Ghaldok no había querido verlo. Hasta que fué inevitable.
Sin darse cuenta, se vió acostumbrado a ceder a los caprichos de su hermana pequeña,
sin apenas esfuerzo, por sangrientos que fuesen.
Se vió envuelto en su lucha sin vuelta atrás,
una batalla tras otra, manchadas por la venganza.
Ella no buscaba recuperar lo que le habían arrebatado,
él podía recuperarlo, pero no ella,
no todo.
Ella había emprendido una lucha personal,
contra los Guardianes,
contra ÉL, 
Mircea,
el hombre que había liderado la rebelión en Chrysó,
el hombre que la había humillado,
y no cesaría hasta ver cumplida su venganza.

-Quizás estemos más perdidos que ella.
-Eres un buen hombre, Ghaldok. Serás un buen Principe.
Una sombra de tristeza asomaba a su rostro.
-Tú sin embargo ya eres un buen capitán.

Había luchado muchas batallas a su lado, y era un fiel compañero,
pero Ghaldok consideraba a su primer capitán más que eso, encontraba en él un amigo.
Recordaba a menudo como le roía la ira cuando llegó a aquella ciudad,
como no le dejaba dormir, ni concentrarse en su espada. Como aquél guerrero sigiloso le ayudó
sin pedir nada a cambio.
A veces se arrepentía de haberle hablado de él a su hermana,
un brillo diferente apareció en aquella época en sus ojos,
más tenue.


-El Templo. Esta noche. No se lo permitas.

Thursday, March 25, 2010

-¿Cómo es posible que se perdiese la guerra 
habiendo creado supersoldados?

Un pequeño murmullo indignado se elevó alrededor de nosotros por su pregunta, 
pero desapareció al momento tras una mirada furiosa de nuestro anfitrión.
Nos había llevado al centro de todo,
a la sala dónde Los Primeros habían tomado forma.
a su corazón.

-¿Cómo es posible que los humanos
sometan a un lobo?
Porque les multiplican en número.

-Y vuestro plan era recrear aquí un ejercito de supersoldados
y entrenarlos con los que ya teníais. 

-Pero lo perdimos todo en el viaje.
Intentamos recrearlo, adaptar nuestras máquinas pioneras,
pero aún así nos faltaban los sueros que usábamos en las inyecciones,
sin ellos nuestras posibilidades eran limitadas.

Miré alrededor y me dejé invadir por la nostalgia,
hacía tanto que no trabajaba en un laboratorio...

-Pero ahora podeis de nuevo -murmuré.

-Sólo gracias a vosotros.

-¿Cómo?

-Gracias a la información que trae ella.

-Teníamos un sujeto especial,
recreado en la última fase.
Nuestro líder consiguió hacerlo pasar por muerto,
y evitar que lo capturasen.

-Pero es imposible que aún viviese.

-Se mantenía en estado de suspensión,
realizando únicamente las funciones vitales...
hasta el día que partimos. 

Los ojos de nuestro anfitrión brillaron entonces,
sorprendidos por primera vez ante mis palabras.

-¿Aún sobrevivía?

-¿Lo conocías?

-Oh, no, niña, apenas tenía siete años el día que partimos,
una de nuestras co-fundadoras,
era su protectora,
volvió al terminar la guerra, para ayudar a organizar
la resistencia desde allí.
Una vez me habló del sujeto.

-¿Por qué era tan especial? -preguntó 
mi compañero.

-Se revirtió su efecto,
y nunca supimos por qué.

-Iridio.
El suero EC llevaba iridio.

-¿Suero EC?

-Se usó en las primeras fases. 
Al parecer, el sujeto estuvo a punto de ser rechazado, 
pero alguien tenía especial interés en convertirlo.
Sabemos que en su primera conversión se usó suero EC
ya descartado del proceso, que llevaba 
polvos de iridio
porque es el metal más resistente a la corrosión conocido.
Y en efecto,
cuando se revirtió el efecto de la transformación,
esperaban encontrar sus miembros destrozados, pero...

-Ningún hueso estaba roto.

Asentí, mientras algún recuerdo cruzaba la mente de mi anfitrión.

-¿Pero por qué se revirtió?

No pude evitar reirme.

-En realidad es un misterio bastante...
tonto
El arma que lo causó estaba infectada de cianuro,
que en grandes cantidades puede atacar al iridio.
Lo que ocurrió fue que este actuó de barrera,
pero no pudo evitar que el cianuro rollese las modificaciones, 
hasta desligar por completo todas las adiciones que se habían hecho a su ADN.

Sus ojos volvieron a brillar.

-Ya sé quien eres.


Saturday, January 2, 2010



Puede morirse de lo que quiera, menos de amor, eso no lo cubre el seguro.