No me conozco yo, ¿cómo vas a conocerme tú?
Saturday, July 30, 2011
Friday, July 22, 2011
- [] y ellos te creerán loco. Te habré hecho una muy mala jugada...
Y volvió a reir. Después se puso serio.
-Esta noche... ¿sabes?... no llega.
-No me separaré de ti.
-Parecerá que sufro... parecerá un poco que muero. No vengas a verlo, no vale la pena...
-No me separaré de ti.
Pero estaba inquieto.
-Te digo esto, también por la serpiente. No debe morderte... Las serpientes son malas. Pueden morder por placer...
-No me separaré de ti.
Pero algo lo tranquilizó:
-Es cierto que no tienen veneno en la segunda mordedura...
Thursday, July 21, 2011
Wednesday, July 20, 2011
Saturday, July 16, 2011
Había tantas posibilidades de que todo saliese mal,
y sin embargo me embargaba una inquietante sensación de
tranquilidad.
Atravesé las puertas blindadas de El Palacio
sin pararme a pensar en que podría ser detenida en cualquier instante,
y me reuní en la segunda planta con el escuadrón de Gladiadores
del que me habían asignado a cargo.
Faltaban dos minutos para las
1030.
Todo sucedió muy deprisa a continuación.
-Tres, dos... uno.
La enorme pantalla que ocupaba el hall se iluminó
de luz blanca,
estábamos en su sistema,
mi gemelo y su código pirata estaban en el sistema.
Gracias a un búnker, cincuenta ordenadores,
y diez ingenieros, el resto del mundo contemplaba la misma pantalla blanca que nosotros.
-Disimulad.-
le susurré a mi hombro,
directo al oído de mis quince compañeros.
Nos mezclamos entre los trabajadores sorprendidos,
mientras la imagen llegaba a la pantalla.
Dividida en dos,
en el lado izquierdo el anciano que nos había abierto las puertas de su casa
y de su revolución,
en el derecho, mi compañero en aquél largo viaje,
en ambas,
cuatro hombres trajeados, vasos en mano.
Uno de ellos avanzó un paso, ignorando al anciano,
confusión y asco mezclados en su rostro.
-No.
Le miraba fijamente, aturdido,
pero él solo sonreía,
levemente.
Un tenue murmullo se extendió tímido a nuestro alrededor.
-¿No me vas a dar la bienvenida a casa, papá?
El murmullo explotó. Una mujer a mi espalda dejó escapar un suspiro.
-Yo te mandé ejecutar.
sin pararme a pensar en que podría ser detenida en cualquier instante,
y me reuní en la segunda planta con el escuadrón de Gladiadores
del que me habían asignado a cargo.
Faltaban dos minutos para las
1030.
Todo sucedió muy deprisa a continuación.
-Tres, dos... uno.
La enorme pantalla que ocupaba el hall se iluminó
de luz blanca,
estábamos en su sistema,
mi gemelo y su código pirata estaban en el sistema.
Gracias a un búnker, cincuenta ordenadores,
y diez ingenieros, el resto del mundo contemplaba la misma pantalla blanca que nosotros.
-Disimulad.-
le susurré a mi hombro,
directo al oído de mis quince compañeros.
Nos mezclamos entre los trabajadores sorprendidos,
mientras la imagen llegaba a la pantalla.
Dividida en dos,
en el lado izquierdo el anciano que nos había abierto las puertas de su casa
y de su revolución,
en el derecho, mi compañero en aquél largo viaje,
en ambas,
cuatro hombres trajeados, vasos en mano.
Uno de ellos avanzó un paso, ignorando al anciano,
confusión y asco mezclados en su rostro.
-No.
Le miraba fijamente, aturdido,
pero él solo sonreía,
levemente.
Un tenue murmullo se extendió tímido a nuestro alrededor.
-¿No me vas a dar la bienvenida a casa, papá?
El murmullo explotó. Una mujer a mi espalda dejó escapar un suspiro.
-Yo te mandé ejecutar.
Friday, July 1, 2011
V.
La soledad del templo le recordaba irremediablemente a Victor. El escándalo que su presencia traía a la casa.
Durante años había odiado su presencia, evitado encontrarse frente a aquella sonrisa inocente y despreocupada que le recordaba que, en una época muy lejana, ella también había sido feliz.
La soledad del templo le recordaba irremediablemente a Victor. El escándalo que su presencia traía a la casa.
Durante años había odiado su presencia, evitado encontrarse frente a aquella sonrisa inocente y despreocupada que le recordaba que, en una época muy lejana, ella también había sido feliz.
-Quizás debería amamantarlo, señora.
-Me niego.
-Pero... está débil, y hemos probado tres nodrizas ya sin resultados.
Pasó dos años sin querer verlo. Ariadne se ocupaba de él la mayor parte del tiempo. Ghaldok veló su sueño alguna noche. Hasta Cronos jugueteó con el pequeño.
Llevaba noches sin dormir,
Ariadne le había sugerido un brebaje para descansar, pero lo había rechazdo,
lo cierto era que temía cerrar los ojos.
Cuando menos lo esperaba, de entre las sombras,
una mano invisible colocaba un bebé en su regazo, e inconscientemente, comenzaba a amamantarlo.
Entonces notaba un agudo dolor en su pezón,
un mordisco, los brazos le fallaban,
y cuando bajaba la vista para asegurarse de que el pequeño no cayese,
unas manos, adultas, con cicatrices, sus manos,
rodeaban lentamente su cuello, asfixiándola.
Ella las aferraba, arañándolas,
pero entonces él las detenía a ambos lados, giraba su cuello,
y susurraba en su oído 'Yo te hice mujer'.
y susurraba en su oído 'Yo te hice mujer'.
Siempre despertaba en el mismo instante que un ligero crack detenía sus latidos.
Los sueños no cesaron hasta el final de la estación seca, no llamó de nuevo a Cronos a su alcoba hasta entonces.
Aquella noche se decidió a verlo por primera vez.
Se envolvió en capa encapuchada de seda azul y caminó descalza hasta su dormitorio.
Pequeñas respiraciones provenían de una cama demasiado grande para un infante,
y un pequeño bulto yacía en el lado más alejado del balcón.
Bajo la luz de la luna comprobó que su pelo era oscuro, como el de él,
y sintió que en cualquier momento sus manos se transformarían.
-Victor, despierta.
Lo zarandeó.
-Victor.
Unos ojos claros la miraron asustados.
Suspiró. No eran marrones.
No era él, no iba a matarla.
-¿Quién eres?
No le respondió.
Al llegar al pequeño estanque recordó el día que la niñera, distraída por la visita de su amante soldado, le perdió de vista, y él, viéndose libre, corrió a inspeccionar los rincones del palacio que Ariadne le había prohibido visitar. Así, lo encontró dormido en el balcón de su dormitorio al volver de bañarse. Los mandó azotar. Niño y niñera.
Las pesadillas desaparecieron, cambiaron, pero el insomio persistió. Cada noche,
se levantaba sigilosamente, se cubría con la capa de seda y se sentaba a su lado.
Si tardaba mucho en despertarse, lo hacía ella misma.
Siempre le preguntaba quién era.
Nunca le respondía.
Las niñeras comenzaron a advertir que la cama de Victor aparecía mojada por las mañanas.
Entonces, ella lo hacía llamar y le castigaba con tres azotes,
para que aprendiese a ser un hombre.
Se metió en el agua, sentándose en el bordillo, y comenzó a rezar.
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