Wednesday, February 16, 2011

'Debí haberme marchado'.
Durante un instante el traicionero pensamiento rondó por mi cabeza. Lo deseché rápidamente.
No temía a la muerte. No creía, en realidad, que nadie temiese en sí a la muerte. Temían, me decía, al dolor, a la angustía, al sufrimiento. 
Pero yo no podía sentir dolor.
Eché un vistazo a mi alrededor. 
Mi escuadrón había quedado reducido a cenizas. Sólo Stephano y yo quedábamos en pie, y el enemigo no tardaría en aparecer y derrumbar las débiles defensas que habíamos conseguido crear alrededor de nosotros.
Habíamos perdido.
Nunca había creído querido creer a Marié. Siempre tuve, en el fondo, la esperanza de que estuviese equivocada.
Pero Marié tenía razón.
Y ninguno de nosotros, los invencibles, los supersoldados, iba a sobrevivir.
-¿Estás preparada?
Asentí, mientras sentía una punzada extraña en el pecho, y algo parecido a naúseas en mi estómago.
-Este es el fin, Stephano.
-Hemos resistido como hemos podido. 
-Es peor de lo que imaginé.
-Oh, podría haber sido peor... podríamos no haber ofrecido resistencia.
Me arodillé junto a él y me dejé caer en sus brazos, preparada a morder la cápsula que me quitaría la vida.
-Creo que me duele el alma.
-Ya ha acabado todo.
-Adiós, Stephano.
Sentí que posaba la palma de su mano sobre mis ojos, a la espera.
-Estoy orgulloso de tí, supersoldado.

No comments:

Post a Comment

Note: Only a member of this blog may post a comment.