Thursday, November 14, 2013



Decían que, si conseguias llegar, nadie te daría la bienvenida, 
te despojarían de tus ropas y te harían pasar una prueba.  Sólo si la superabas podrías preguntarte qué harían contigo después. 

Jamás había creido las leyendas,
pero estaba allí.
Si Las Islas existian, entonces era cierto,
ellos existían.
Y se escondían alli, aquí. Esperando su momento en la sombra.

'Esperándonos a nosotros'

Unos fuertes brazos nos sacaron en volandas de la embarcación. Recorrí el muelle sin apenas rozar el suelo, mientras la misma fuerza me guiaba, tomada por los hombros.
Una joven de piel oscura se acercó para ponerme una venda blanca en los ojos, pero alguien se lo impidió y ella, al igual que una réplica suya aparecida a mi izquierda, se apresuró a apartarse de nuestro camino.
Nos metieron en la parte de atrás de un 4x4,
las ventanas tintadas y un cristal aislandonos del resto del vehiculo.
Lo siguiente que ví fue la arena de playa sobre la que se apoyaron mis manos. Caí de rodillas cuando me empujaron y sentí ardir mis piernas. 

-Por aquí.

Alguien señaló unos metros más allá, un edificio asimétrico de formas geométricas, 
no conseguimos ver hasta donde se extendían, pues se degradaba según se alargaba, mimetizandose con la naturaleza, 
y de nuevo los brazos me obligaron a dejarme arrastrar hasta allí.
Avanzamos ascendiendo por pasillos que nos sumergían en las ruinas de aquella fortaleza.
Tardé sólo un par de pisos en darme cuenta de que a la izquierda, a nuestros pies, y a un descuido de distancia, se abría un abismo directo a las rocas.
A nuestro paso nos encontrábamos con curiosos que salían a nuestra llegada,
la mayoria se limitaba a mirarnos, pero algunos de ellos nos seguían a distancia.
Entonces entendí por qué.
Habíamos llegado a una plaza, un antiguo estadio, parecía, tambien en ruinas, y allí nos esperaban.
Nos entregaron un casco a cada uno y señalaron dos motos frente a nosotros.
Las reglas eran simples,
cualquier cosa estaba permitida, 
excepto tocar con los pies el suelo.
Cogi la vara de madera que me ofrecían y miré de reojo a mi compañero, que asintió, antes de montar en mi máquina.
No le podía ver a través del casco, pero sabía que se reía, 
si, podía ver su sonrisa, me dije, observando cómo nuestros contrincantes aparecían desde el lado opuesto.
Había actividad en las ventanas, si es que se las podía llamar de ese modo, exaltación por ver el espectáculo,
pero lo único que ocupaba mi mente era una cosa,
teníamos que sobrevivir.


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