Sunday, March 28, 2010

III.

Se había acercado a la playa huyendo de la tensión que se acumulaba en la ciudadela, esperando encontrar un poco de soledad.
Pero fué a Cronos lo que encontró.
-Ghaldok.
Sacudió la cabeza a modo de saludo y se sentó junto a él. 
Un sudor frío cubría la frente del guerrero, los puños cerrados, y sangre seca en los nudillos. Pero sólo le preocupó su mirada, los ojos celestes perdidos, fijos más allá del horizonte.
-Sólo queda una batalla... -le dijo- para bien o para mal.
-¿Por qué luchamos, Ghaldok? -preguntó de repente.
-Yo lucho por recuperar lo que me arrebataron.
Pero él no se refería a eso.
-¿Por qué la seguimos?


Al principio creía que la cuidaba,
pero cuando quiso darse cuenta, era demasiado tarde.
En su mente guardaba aún la imagen aquella pequeña niña jugando en el jardín, pero poco quedaba de ella ya. Poco a poco se había ido extinguido,
desde el mismo momento que los arrojaron juntos al suelo de piedra de las propias prisiones de su palacio, y gradualmente, 
a lo largo de su estancia en aquella ciudad de acogida, hasta desaparecer.
Pero Ghaldok no había querido verlo. Hasta que fué inevitable.
Sin darse cuenta, se vió acostumbrado a ceder a los caprichos de su hermana pequeña,
sin apenas esfuerzo, por sangrientos que fuesen.
Se vió envuelto en su lucha sin vuelta atrás,
una batalla tras otra, manchadas por la venganza.
Ella no buscaba recuperar lo que le habían arrebatado,
él podía recuperarlo, pero no ella,
no todo.
Ella había emprendido una lucha personal,
contra los Guardianes,
contra ÉL, 
Mircea,
el hombre que había liderado la rebelión en Chrysó,
el hombre que la había humillado,
y no cesaría hasta ver cumplida su venganza.

-Quizás estemos más perdidos que ella.
-Eres un buen hombre, Ghaldok. Serás un buen Principe.
Una sombra de tristeza asomaba a su rostro.
-Tú sin embargo ya eres un buen capitán.

Había luchado muchas batallas a su lado, y era un fiel compañero,
pero Ghaldok consideraba a su primer capitán más que eso, encontraba en él un amigo.
Recordaba a menudo como le roía la ira cuando llegó a aquella ciudad,
como no le dejaba dormir, ni concentrarse en su espada. Como aquél guerrero sigiloso le ayudó
sin pedir nada a cambio.
A veces se arrepentía de haberle hablado de él a su hermana,
un brillo diferente apareció en aquella época en sus ojos,
más tenue.


-El Templo. Esta noche. No se lo permitas.

Thursday, March 25, 2010

-¿Cómo es posible que se perdiese la guerra 
habiendo creado supersoldados?

Un pequeño murmullo indignado se elevó alrededor de nosotros por su pregunta, 
pero desapareció al momento tras una mirada furiosa de nuestro anfitrión.
Nos había llevado al centro de todo,
a la sala dónde Los Primeros habían tomado forma.
a su corazón.

-¿Cómo es posible que los humanos
sometan a un lobo?
Porque les multiplican en número.

-Y vuestro plan era recrear aquí un ejercito de supersoldados
y entrenarlos con los que ya teníais. 

-Pero lo perdimos todo en el viaje.
Intentamos recrearlo, adaptar nuestras máquinas pioneras,
pero aún así nos faltaban los sueros que usábamos en las inyecciones,
sin ellos nuestras posibilidades eran limitadas.

Miré alrededor y me dejé invadir por la nostalgia,
hacía tanto que no trabajaba en un laboratorio...

-Pero ahora podeis de nuevo -murmuré.

-Sólo gracias a vosotros.

-¿Cómo?

-Gracias a la información que trae ella.

-Teníamos un sujeto especial,
recreado en la última fase.
Nuestro líder consiguió hacerlo pasar por muerto,
y evitar que lo capturasen.

-Pero es imposible que aún viviese.

-Se mantenía en estado de suspensión,
realizando únicamente las funciones vitales...
hasta el día que partimos. 

Los ojos de nuestro anfitrión brillaron entonces,
sorprendidos por primera vez ante mis palabras.

-¿Aún sobrevivía?

-¿Lo conocías?

-Oh, no, niña, apenas tenía siete años el día que partimos,
una de nuestras co-fundadoras,
era su protectora,
volvió al terminar la guerra, para ayudar a organizar
la resistencia desde allí.
Una vez me habló del sujeto.

-¿Por qué era tan especial? -preguntó 
mi compañero.

-Se revirtió su efecto,
y nunca supimos por qué.

-Iridio.
El suero EC llevaba iridio.

-¿Suero EC?

-Se usó en las primeras fases. 
Al parecer, el sujeto estuvo a punto de ser rechazado, 
pero alguien tenía especial interés en convertirlo.
Sabemos que en su primera conversión se usó suero EC
ya descartado del proceso, que llevaba 
polvos de iridio
porque es el metal más resistente a la corrosión conocido.
Y en efecto,
cuando se revirtió el efecto de la transformación,
esperaban encontrar sus miembros destrozados, pero...

-Ningún hueso estaba roto.

Asentí, mientras algún recuerdo cruzaba la mente de mi anfitrión.

-¿Pero por qué se revirtió?

No pude evitar reirme.

-En realidad es un misterio bastante...
tonto
El arma que lo causó estaba infectada de cianuro,
que en grandes cantidades puede atacar al iridio.
Lo que ocurrió fue que este actuó de barrera,
pero no pudo evitar que el cianuro rollese las modificaciones, 
hasta desligar por completo todas las adiciones que se habían hecho a su ADN.

Sus ojos volvieron a brillar.

-Ya sé quien eres.