Wednesday, March 2, 2011

-En la prisión me dijiste que 
el Gobierno había descubierto que conocías
 información comprometida,
no que estabas infiltrada y habías sido instruida ilegamente.

-Bueno, tú me dijiste que 
habías intentado matarle, pero no que era 
tu padre.

Los dos nos reimos.
Hacía rato que los gemelos habían marchado a dormir,
solían ser siempre los últimos, pero nosotros no podíamos
aquella noche, no.
Al partir, habíamos pactado no hacer más preguntas de las necesarias,
y nos había funcionado.
Ambos sabíamos que estabamos allí por la misma causa,
fuesen cuales fuesen los motivos del otro,
pero eso no significaba que pudiésemos confiar en él.
Con el tiempo, apareció la confianza,
pero retuvimos las preguntas.

-¿Por qué?

La sonrisa despareció de su rostro. 

-Porque mi madre murió a golpes delante de mis ojos 
sin que yo pudiese hacer
 nada,
porque no ha habido momento en vida que no llevase tatuado un moratón en la piel,
porque a los diez años desperté con sus manos al cuello,
porque lo que él y su comité le hacen al pueblo
es sólo una metáfora de lo que 
hace él en su palacio.

Casi sin pensarlo
 pasé la mano por su hombro tapado.
Asintió a mi pregunta muda, desviando la mirada.
Yo había visto muchas veces ya aquella extraña cicatriz,
pero siempre había dado por hecho que no la había tenido antes de estar en la cárcel.

-Lo siento.

-No tienes por qué.
Un niño débil y enfermizo no es un heredero digno,
al parecer ni siquiera tiene derecho a vivir.

-¿Crees que estaríamos aquí 
si hubieses tenido buena salud?

-¿Estaríamos aquí si tu abuelo no hubiese fundado la resistencia
y reagrupado a los aliados?
Oh, sí, yo también he atado cabos.

No fuí capaz de esconder mi asombro.
Me encogí de hombros.

Mi mano aún seguía en su hombro,
la cogió para apartarla, pero nuestros dedos se entrelazaron,
sin embargo.
Nos habíamos rozado antes,
durante noches frías, para darnos calor,
pero la brisa que venía del jardín aquella noche era suave, y agradable.
Nos habíamos sujetado el uno al otro, durante el viaje,
pero ambos permaneciamos firmes en aquél sofá.
Habían sido ocho largos meses,
sin más contacto humano.

-Me alegro de que estemos aquí,
de todos modos.











No comments:

Post a Comment

Note: Only a member of this blog may post a comment.