Thursday, December 10, 2009

X.

-Ghaldok... se ha acabado.
Lo dijo sin alegría, inmutable, seca.
Sí. Se había acabado. Hacía horas que los cadáveres, de principes y guardianes, ardían en la plaza.
Se acercó a la cama.
-Durante unas horas creí que no despertarías.
Rió amargamente.
-Ojalá no hubiese despertado.
-Lo mataste... al fin.
-Lo maté...
Silencio.
Algo la atormentó de repente.
-¿Ariadne...?


-Ariadne.
Alejandro y sus hombres los tenían rodeados, su hermana yacía sin conocimiento en el suelo, era inútil oponer resistencia. Ghaldok tampoco quería oponerla.
La anciana se había arrodillado junto al cuerpo de Mircea y se aferraba a su pecho parado derramando lágrimas silenciosas. Intentó levantarla, pero ella se zafó de su brazo violentamente.
Entonces Neoptolomeo se arrodilló también, junto a ella, tomó sus manos y le dijo algo que Ghaldok no llegó a oir.
-¡Deberías haber educado a mi hijo!
El silencio de su llanto se quebró después de aquél grito de agonía.
Neoptolomeo intentó calmarla, pero ella tomó la espada que colgaba de la cintura de él y se puso en pie, amenazante.
-¡Ariadne, ya no tiene sentido' -gritó Alejandro.
Pero Ghaldok adivinó sus verdaderas intenciones.
-¡Ariadne NO!
Cuando quiso abalanzarse sobre ella, el acero había atravesado el estómago, y un reguero de sangre manaba de sus labios.

-Se mató a ella misma.
-Oh...
-Alejandro nos ha ofrecido un pacto...

-Creo que todos estamos hartos de guerra, ¿me equivoco, Ghaldok?

-Estoy cansada. De guerras. De política...

-El gobierno de Atenas corresponde a los Lestarat por derecho, no puedo negarlo, toda la ciudad insiste en que he de cederos el poder de la Polis...
-Pero...
-Pero La Señora de la Guerra ha infringido demasiado dolor a nuestro pueblo como para olvidarlo.

-Estoy embarazada.
Lo sabía. No se lo había dicho aún, pero lo sabía. Venía un par de meses sospechándolo.
-Alejandro no se atreverá a matarte hasta que nazca.
-¿Y si no se enterase?
-Se lo debes a Cronos. Es su hijo.
-Estoy cansada, Ya no me queda nada...
-Te quedo yo.
-Pero no tengo nada por lo que luchar. Pensaba que matarlo me devolvería a la vida, pero me siento más vacía aún.
-Se lo debes a Cronos...




CINCO MESES DESPUÉS.

-Quiero que lo hagas tú, Ghaldok.
Aquello le pilló desprevenido.
-Sé que no fallarás.
No le dejó decir nada, le tomó ambas mejillas entre las manos y lo acercó a unos labios increiblemente ardientes.
Una lágrima corría por su mejilla cuando se separó de él.
-Cuida de Elena, es una buena esposa.

                         

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