Saturday, July 16, 2011

Había tantas posibilidades de que todo saliese mal,
y sin embargo me embargaba una inquietante sensación de
tranquilidad.

Atravesé las puertas blindadas de El Palacio
sin pararme a pensar en que podría ser detenida en cualquier instante,
y me reuní en la segunda planta con el escuadrón de Gladiadores 
del que me habían asignado a cargo.

Faltaban dos minutos para las
1030.
Todo sucedió muy deprisa a continuación.

-Tres, dos... uno.

La enorme pantalla que ocupaba el hall se iluminó
de luz blanca,
estábamos en su sistema,
mi gemelo y su código pirata estaban en el sistema.
Gracias a un búnker, cincuenta ordenadores,
y diez ingenieros, el resto del mundo contemplaba la misma pantalla blanca que nosotros.

-Disimulad.-
le susurré a mi hombro,
directo al oído de mis quince compañeros.

Nos mezclamos entre los trabajadores sorprendidos,
mientras la imagen llegaba a la pantalla.
Dividida en dos,
en el lado izquierdo el anciano que nos había abierto las puertas de su casa 
y de su revolución,
en el derecho, mi compañero en aquél largo viaje,
en ambas,
cuatro hombres trajeados, vasos en mano.
Uno de ellos avanzó un paso, ignorando al anciano,
confusión y asco mezclados en su rostro.
-No.
Le miraba fijamente, aturdido, 
pero él solo sonreía, 
levemente.

Un tenue murmullo se extendió tímido a nuestro alrededor.

-¿No me vas a dar la bienvenida a casa, papá?

El murmullo explotó. Una mujer a mi espalda dejó escapar un suspiro.

-Yo te mandé ejecutar.

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